Quizá nadie nunca, ningún filósofo, ni biografista, lograra explicar lo que yo sentí esa noche. Me hundí enteramente en un laberinto de dolor y odio, odio y asco. Cada alarido punzante de poder y superioridad autócrata retornara, y te tomara por los tobillos y te llevara al fondo de la tierra donde las almas vagan ya sin ningún otro propósito mas que sufrir. Cada lágrima derramada te servirá de amparo, de consuelo, de refugio, ya que en el Reino de Terror, todo vale. Beberás ese Vino que es Sangre, esa Sangre que es Vino, dulce, muy dulce como una dosis de venganza inyectada justo en el epicentro de ese pecado capital. Me arrodillo frente a tu figura tortuosa, no es por miedo, te lo aseguro. Ya nada serás cuando tus propias manos te despedacen la carne y devoren tus huesos. No busques la inmortalidad pequeño ilusionista, no lo intentes. La ergástula mas obscura hace ya siglos lleva grabado tu nombre. La desesperación de ahogo será tu incansable compañera. No finjas arrepentimiento, no finjas ardor. Los arcanos fueron echados con cada marca violácea que se marca a fuego de manera sagrada en la piel. No lo tomes como una amenaza, solo asegúralo en tu memoria como una predicción, no confíes nunca más, en el ‘Salta y aparecerá la red’.
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Gentes que dejaron su marca.