viernes, 27 de diciembre de 2013

martes, 28 de mayo de 2013

Otra vez se inundo del aroma de su piel. Se sintió segura en esos brazos que tanto extrañaba. Lo toco, lo sintió. Acaricio su piel y sintió su carne contra la suya. Se miraron a los ojos con un desborde de emociones brotándoles por los lagrimales. Y si lloraban las lágrimas eran dulces, y si reían los labios bailaban.
-Perdoname, te juro que yo no tengo nada que ver- dijo casi a modo de suplica, desarmada en ese abrazo que ahora le parecía tan familiar.
-Tranquila, ya lo se- la contuvo.
Y nunca se separaban, las pieles parecían unidas, adheridas como con pegamento. La tomo de las manos, la llevo a un sillón. Otra vez, cruzaron miradas. Todo parecía tan normal, tan como antes. Como si nada hubiese pasado. Como si ese rio de pena hubiese sido secado por el Sol de su tacto. Ya no había mas nada entre ellos, pero aun así nadie impedía que se toquen. Sinceros. Y cuando menos lo esperaba, el se inclino hacia su torso para fundirse en otro abrazo infinito, del color del aire. Más fuerte aun que el anterior. El cuerpo les temblaba, con intensidad. Lo había extrañado, se habían extrañado.
Y si. Una vez más sentada en su cama en medio de la madrugada. Agitada, angustiada. Con cada sueño se desarmaba cada vez mas entre las sabanas. Le dolía en todo el cuerpo.  Porque en serio sentía que no podía vivir sin el. Porque cada paso que daba un cordón invisible la empujaba con fuerza hacia atrás y la hacia recordar.
Sus recuerdos se alejaban como se aleja la espuma de la costa. Un corazón roto, irremediable, le latía en el pecho, o al menos fingía hacerlo. Sentía sus pómulos cada vez más tersos por la sal de sus lágrimas, ya no debía llorar más. Lloraba lo inexplicable. Lloraba lo que nunca fue. Las heridas que no se curan siempre dejan cicatrices. Las heridas que no se curan sangran sin remedio alguno. Ya no quedaba nada más de él en ese cuerpo reseco de tanto esperar.
Muchas veces se pregunto si él también la extrañaba. Si ese vacío hondo en el estomago era compartido. Si aun se le escapa una sonrisa cómplice cuando un recuerdo se le instala en las retinas. ¿Se acordara ya de su cara? ¿Y de su voz? ¿Recordara que alguna vez le prometió tocarle su canción favorita en el piano? ¿Saben?, no tocaba el piano para nadie más que para ella, entonces, ¿Ahora lo seguirá haciendo? Quizás, en silencio, en una habitación, o tal vez no.  Y si acaso la recuerda, ¿Se sentirá triste?

Ella, ella esta a punto de perder la fe. ¿Y él? 

jueves, 2 de mayo de 2013

Lo voy a extrañar cada día de mi vida.
Lo que no se cura, nunca se olvida.
Late a la par de mi corazón.
Vive con mi vida. 
Muere con mis recuerdos. 

viernes, 26 de abril de 2013


¿Por qué se preocupaba en fingir algo que no es? Algo que nunca fue, y que a ojos de todos nunca seria. En realidad, me equivoco en decir ‘a ojos de todos’ porque quizás era solo valido para los míos. Se esforzaba cada día en maquillar cada una de sus palabras. Como una actriz de barrio, como un camaleón.

-Me lastimás- dije.
-Yo te quiero- respondió.

Y esas tres palabras, TRES PALABRAS siempre tornaban un sentido sobrenatural en mi cuerpo. Como una especie de posesión demoníaca obedecía a cada orden que precediera o antecediera esa frase con intenciones ocultas.
No es que la odiara, NO. Solo que sus actitudes se me adherían a la piel quebrajada como una daga sin filo que le recorría todo su cuerpo.  ¿Y por que lo hacia? Si era infeliz. ¿Por qué me dejaba herir? Si ya mi cuerpo estaba lleno de cicatrices. Por amor. Por vicio. Por devoción.  Porque me negaba a aceptar que ya mi silla estaba ocupada y que mis sabanas habían sido despojadas de su perfume. Porque las memorias me pesaban en la espalda y al mismo tiempo me sacaban una sonrisa sin permiso alguno, se colaban en mis labios y llenaban a mis dientes de ganas infinitas de salir a la luz. Reía a carcajadas, en voz alta y a veces en voz baja. Si, me reía sola. En la calle, en mi casa, hasta incluso dormida.

-Y yo, yo te amo- repliqué.

*Silencio*.

Se fue. 

jueves, 28 de marzo de 2013

"La mia luce accendi tu e sai perche, io mi sento forte solo grazie a te, tu sarai sempre qui. "

  Si, ya se. Faltan algunas horas todavía. Pero sentí la necesidad de tenerte presente. Sentí la necesidad de hacerte saber cuanto te amo un día antes de tu cumpleaños solo para que entiendas que esto que te voy a decir no es por alguna fecha especial, sino que es lo que pienso cada día de vida.
¿Crees en otras vidas? ¿Crees que en algún lugar de nuestro corazón guardemos algún recuerdo muy lejano que nos mantenga unidas? ¿Crees que seamos un alma separada al nacer? ¿En que crees se pueda medir el amor? ¿Tenes respuestas para algunas de estas preguntas? ¿No? Yo tampoco. Solo se que te miro  y me veo. Se que aunque estés lejos un lazo imponente nos une. No se, a veces lo imagino como si fuese rojo, de terciopelo. O blanco y con olor a Mar. Pero eso no importa mucho en realidad, porque sea como sea, rojo o blanco, nos ata de por vida, y eso lo hace hermoso.
Porque es un amor mas grande que la eternidad misma. Un amor infinito. Si, infinito. Porque no tiene principio y mucho menos tiene fin. En algún punto siento que te amo hace miles de años y que te voy a amar por miles mas. Para siempre. Porque incluso después de muerto el cuerpo vive el alma y ahí, justo ahí es donde pasas tus días. Vas y venís acariciándome el alma con caprichos y melancolías.
No puedo darte las cosas que necesitas, no puedo hacerte siempre feliz, no puedo estar siempre que me necesites. Pero hay una cosa que tenes que saber. Yo soy lo que vos seas. Yo soy por y para vos. Soy lo que quieras que yo sea. Porque es así, es simple, sin vueltas, no tiene ni anverso ni reverso, cuando se siente mas allá del corazón no hay que o quien lo detenga.
Gracias por la vida, amiga.
Gracias.

lunes, 4 de febrero de 2013


Mi madre me decía que si un dedo señala el cielo, los tontos miramos el dedo. No sé. Lo habría copiado de algún lugar, o leído, o pensado ella misma, ¿por qué no? Tal vez me decía tonta a mi, o sabia a ella, tampoco lo se. Me contaba que el cementerio estaba lleno de indispensables, y que los buenos vamos para arriba. Leía cada noche, el diario que había llegado a la mañana, quizás no quería  dejarse sorprender con las noticias a lo largo del día, o pretender ser una especie de adivina, cuando al leer el diario se diera cuenta que todo eso ya lo sabía.

Un día jugamos a las cartas, hizo trampa y perdió. O yo perdí. No me acuerdo. Hacia frio y tomábamos algo caliente y a la par nuestras manos ejecutaban la jugada. Muchas veces le quise enseñar a jugar al ajedrez, y no quiso aprender. Decía que era un juego para ‘tontos’ que se creen reyes o reina y tiene en su haber ocho peones dispuestos a entregar la vida por su amo. Porque, si uno lo piensa, cada vez que hay que hacer un sacrificio, se piensa en el peón, no en el caballo ni en la torre, en el peón. Sera porque va despacio, o avanza poco y solo puede atacar en una misma dirección. Tampoco puede volver hacia atrás.  Pero mi madre no sabia todo esto de ‘ataques’ y movimientos, porque no sabia jugar, entonces no se porque odiaba el juego.

Me enseño muchas cosas, y muchas otras se las enseñe yo. Por ejemplo, me enseño a leer al revés y así crear un nuevo idioma. También a cantar debajo de la lluvia. Cosas insignificantes dirán. Cosas vanas. Pero así, entendí los libros desde otro lugar, desde un punto que ni siquiera el propio escritor había descubierto. Y la lluvia, aprendí a amar la lluvia más que a nada en el mundo. Porque solo podía cantar cuando esta llegaba. Y cantar fuerte, y correr por el parque. Ella me miraba desde el techito que cubría la entrada de nuestra casa. Era feliz mirándome, o eso parecía.

Pero, después con el tiempo me fui dando cuenta que nada existía. Ni el tablero de ajedrez que jugaba sola, ni la lluvia, ni nuestra pequeña casa. O tal vez que los peones eran reyes y los reyes peones. Por primera vez se ubicaban delante, y daban su vida por los esclavizados peones. A las cartas las había volado el viento. Busque en mis memorias un rato largo, y mi mama no estaba. Pasaron días, meses, años, siglos. Mi mama no existía, no era real, y si ella nunca existió… ¿Yo? 

lunes, 28 de enero de 2013


Me preguntaron que pensaba del amor
Y yo conteste su nombre.
 Me preguntaron que pensaba de la felicidad,
Y yo conteste su nombre.
Me preguntaron que pensaba de la vida,
 Y yo conteste su nombre.
 Me preguntaron que pensaba del cielo,
 Y yo conteste su nombre.
Me preguntaron que pensaba de mí,
 Y yo conteste su nombre.
Entonces deduje,
Que no podía deducir sin contestar su nombre,
Que si respiraba,
Entre inhalar y exhalar,
Unas cuantas letras se iban escapando
Volaban lentas,
Entrando por mi nariz
Y saliendo por mi boca
Formaban cautelosas su nombre.
¿Y por que me pasa esto a mi?
¿Con el?
¿Con esas letras?
Si hay millones de personas
Con millones de nombres
Con millones de suspiros
Pero uno solo que mis ojos buscan sin respiro.
A nadie se parece,
A nadie reclama,
A nada pertenece,
Mas que a su nombre.

miércoles, 16 de enero de 2013


El viento frio le acaricio la nuca. No podía evitar sentir ese vacío en el pecho. No se resignaba a amarlo más que a nada en el mundo. Buscaba encontrarlo en otras personas, intentaba olvidar que sus almohadones tenían su perfume. Recorría su casa en busca de distracciones y lo único que lograba encontrar eran momentos. Recordó el momento en el que se abrazaron en la puerta de la habitación. Recordó cuando el estaba acostado en la cama y ella cantaba mirando la ventana. Cantaba una canción triste. Y a el, le gustaba. Le juro que se la iba a aprender en el piano y que ella estaría a su lado. Que se la iba a enseñar, aunque sus dedos no eran tan agiles. Ella le contesto que solo servía para cantarla, como podía, pero que tenía sentimiento en su voz.
Ya nada era lo mismo. Lo sentía cerca. Se negaba a aceptar todo lo que había pasado en fracción de minutos. Le dolía el olvido y se le clavaba en su espalda como una daga que comenzaba su recorrido debajo del cuello y terminaba en la punta de sus dedos del pie. A veces reía contando anécdotas de ellos juntos. La gente se divertía. Pero después, venia la melancolía y todo lo pudieron ser.
Comprobó una vez mas que a las palabras se las lleva el viento. No son nada. Y tal vez se cuestionaba si todo lo que había hecho por él alguna vez, valió la pena. Se sentía insegura de seguir adelante con una vida que no le pertenecía. No le pertenecía, porque el la había robado. Se le escapo por entre medio de sus manos sin piedad y desato en ella el más agudo de los dolores. Jamás hubiese pensado que esa persona a la que había amando desde que tenía uso de razón, podría ser capaz de causarle semejante pena. Había establecido en ella una cruz con la que debería cargar el resto de sus días. Las memorias y suposiciones le pesan y no la dejan caminar.
Por momentos esta bien. Habla con coherencia, puede seguir adelante. Pero después otra vez, las risas, risas, risas. Recordaba su sonrisa todavía. Pero de a poco se iba olvidando de su voz, y juro que es cierto. No lo extrañaría si no lo conociera, uno no puede extrañar algo que nunca tuvo. Pero el, el le pertenecía. Confidentes. Secretos. Se fue. Se lo llevaron. Y nunca más va a volver. Y si duele, es porque se ama. Y si se ama, entonces va a doler.
Había prometido cuidarlo. Para siempre. Prometió que no se permitiría verlo sufrir. Pero al parecer, el no hizo lo mismo. La vio desgarrarse de dolor en frente de sus ojos, y no hizo nada al respecto. La vio morir entre sus brazos, y la dejo. Se llevo con el, su vida y la destruyó.
No sabia vivir sin el. Nadie le había enseñado. La herida queda. Siempre sigue doliendo. Sangra de a ratos. Y gotea esa sangre, que el mismo supo curarle. Y ahora, ella podría estar parada en frente de un acantilado, al borde de caer y a el… ¿Le importaría?