domingo, 22 de enero de 2012

A Regina, si es que asi corresponde:

Hoy me toca despedirte, y enterrarte, no muy abajo, claro. Te saludo, pero no te olvido. Esta no es una carta de reproches, esto es un agradecimiento, tómalo así.
No se por donde empezar, si por esos interminables monólogos de una moral que no tenias, o por esa ultima sonrisa penetrante. Primero, lo primero.
Ese día de Febrero, calor, mucho calor. Dispuesta a mirar la nueva ficción. Y ahí, de entre los personajes, apareció una tal Regina. Elegante, hermosa, muy hermosa, mala como ninguna, o tal vez no tanto. Me llamaste la atención, o mas bien, la mujer atrás de la mascara. ¿Quién era el ser humano que llamaba tanto mi atención? Claro, quien mas sino Leonor Benedetto. Pero no la vamos a traer aquí, esto no es para hablar de ella, es para hablarte a vos.
Me hiciste llorar, admitilo. Llore, mucho. Me reí, muchísimo mas. Me derretí con esas miradas que decían tanto, y esas sonrisas que dejaban entrever la mujer de atrás, o por lo menos eso me crei. Fuiste mucho, no lo niego, lo seguirás siendo hasta que la memoria me lo permita y el corazón aguante. Ese mismo corazón que te robaste, o mas bien, yo te regale.
Estar atada, encadenada, contra viento y marea enfrente del televisor, culpa tuya. Las locuras que he hecho, los gritos desenfrenados, las depresiones y todo lo que eso conlleva.
Entonces, solo te quiero decir una ultima cosa. Gracias, por traerme a Leonor, y con ella la felicidad.

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