Ya calmado, trata de recordar, en serio lo intenta, de recordar aquello que tanto lo perturba. Cierra los ojos, muy suavemente, muy suavemente. Y recuerda, al fin logra recordar. Soñó con ella. Un sueño muy hermoso, casi imposible. No recuerda muchos detalles, solo algunos, suficientes para el. Toma un pequeño cuaderno rayado, deshojado, un lápiz con poca punta y comienza a escribir:
Soñé con ella. Soñé que era mía una última vez. Soñé que nunca se había ido. Estábamos los dos, ella y claro, yo. Caminábamos por la playa, una playa eterna. Del otro lado, estaba el mar, que rozaba nuestros pies, abalando nuestra caminata. Y el Sol que de a poco nos daba intimidad, para que por fin sea mía. No me miraba, no al principio. Su piel, perlada, y sus ojos verdes, tan verdes que se mezclaban con el atardecer. No se porque, no se porque se mezclaban, aun así lo hacían. Seguíamos caminando, como si nada mas en el mundo importara. Como si no hubiese otra actividad mas que caminar infinitamente. Tomados de la mano. Nuestros dedos entrelazados, formando una sola masa homogénea. Nuestros pies se hundían en la arena, que terca no se quería despegar. Nos íbamos a besar, por fin, luego de tanto vagar. Nuestros labios se iban juntando de a poco, muy de a poco. Por miedo, miedo a profanarnos. Tus labios rosados, transformaron los mios que eran grises. El mundo volvió a girar, me besaste. Ese fue mi sueño. Mi sueño de hoy.
Cada noche, escribía algo nuevo. Algo nuevo en su cuaderno deshojado. Sueños, muchos sueños poblaban las hojas. Sueños con un denominador común, ella. No se animaba a contarle a nadie. Quizás nadie le creería.
El despertaba cada mañana, y deseaba que el día pase, lo más rápido posible, para volver a soñarla. En una pradera, en una playa, en una cama o en un sillón. No importaba el lugar ni el pretexto. Solo quería soñarla. En el cielo, escondida dentro de cajón, en un árbol o en forma de amor, solo amor.
La amaba, sentía que la amaba con todo el corazón. Integro, le pertenecía. Y así seria por el resto de su existencia. La existencia que esa joven de sus sueños remotos le había donado. No sabía mucho de ella.
Verdaderamente, no sabía nada. Aun así, la anhelaba. La deseaba, la sentía, la rozaba en cada sueño. Sentía el perfume de su cabello, la gozaba. Sabía que el sueño no iba a durar mucho, por eso disfrutaba cada instante como si fuera el último.
Su vida se basaba en esa mujer. Esa mujer que nunca había visto. Esa mujer, que era una parte mas, tan solo una parte mas, de su imaginación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gentes que dejaron su marca.