¿Por qué se preocupaba en fingir algo que no es? Algo que
nunca fue, y que a ojos de todos nunca seria. En realidad, me equivoco en decir
‘a ojos de todos’ porque quizás era solo valido para los míos. Se esforzaba
cada día en maquillar cada una de sus palabras. Como una actriz de barrio, como
un camaleón.
-Me lastimás- dije.
-Yo te quiero- respondió.
Y esas tres palabras, TRES PALABRAS siempre tornaban un sentido sobrenatural en mi cuerpo. Como una especie de posesión demoníaca obedecía a cada orden que precediera o antecediera esa frase con intenciones ocultas.
No es que la odiara, NO. Solo que sus actitudes se me adherían
a la piel quebrajada como una daga sin filo que le recorría todo su cuerpo. ¿Y por que lo hacia? Si era infeliz. ¿Por qué me
dejaba herir? Si ya mi cuerpo estaba lleno de cicatrices. Por amor. Por vicio.
Por devoción. Porque me negaba a aceptar
que ya mi silla estaba ocupada y que mis sabanas habían sido despojadas de su
perfume. Porque las memorias me pesaban en la espalda y al mismo tiempo me sacaban una sonrisa sin permiso alguno, se colaban en mis labios y llenaban a mis dientes de ganas infinitas de salir a la luz. Reía a carcajadas, en voz alta y a veces en voz baja.
Si, me reía sola. En la calle, en mi casa, hasta incluso dormida.
-Y yo, yo te amo- repliqué.
*Silencio*.
Se fue.
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Gentes que dejaron su marca.