martes, 28 de mayo de 2013

Otra vez se inundo del aroma de su piel. Se sintió segura en esos brazos que tanto extrañaba. Lo toco, lo sintió. Acaricio su piel y sintió su carne contra la suya. Se miraron a los ojos con un desborde de emociones brotándoles por los lagrimales. Y si lloraban las lágrimas eran dulces, y si reían los labios bailaban.
-Perdoname, te juro que yo no tengo nada que ver- dijo casi a modo de suplica, desarmada en ese abrazo que ahora le parecía tan familiar.
-Tranquila, ya lo se- la contuvo.
Y nunca se separaban, las pieles parecían unidas, adheridas como con pegamento. La tomo de las manos, la llevo a un sillón. Otra vez, cruzaron miradas. Todo parecía tan normal, tan como antes. Como si nada hubiese pasado. Como si ese rio de pena hubiese sido secado por el Sol de su tacto. Ya no había mas nada entre ellos, pero aun así nadie impedía que se toquen. Sinceros. Y cuando menos lo esperaba, el se inclino hacia su torso para fundirse en otro abrazo infinito, del color del aire. Más fuerte aun que el anterior. El cuerpo les temblaba, con intensidad. Lo había extrañado, se habían extrañado.
Y si. Una vez más sentada en su cama en medio de la madrugada. Agitada, angustiada. Con cada sueño se desarmaba cada vez mas entre las sabanas. Le dolía en todo el cuerpo.  Porque en serio sentía que no podía vivir sin el. Porque cada paso que daba un cordón invisible la empujaba con fuerza hacia atrás y la hacia recordar.
Sus recuerdos se alejaban como se aleja la espuma de la costa. Un corazón roto, irremediable, le latía en el pecho, o al menos fingía hacerlo. Sentía sus pómulos cada vez más tersos por la sal de sus lágrimas, ya no debía llorar más. Lloraba lo inexplicable. Lloraba lo que nunca fue. Las heridas que no se curan siempre dejan cicatrices. Las heridas que no se curan sangran sin remedio alguno. Ya no quedaba nada más de él en ese cuerpo reseco de tanto esperar.
Muchas veces se pregunto si él también la extrañaba. Si ese vacío hondo en el estomago era compartido. Si aun se le escapa una sonrisa cómplice cuando un recuerdo se le instala en las retinas. ¿Se acordara ya de su cara? ¿Y de su voz? ¿Recordara que alguna vez le prometió tocarle su canción favorita en el piano? ¿Saben?, no tocaba el piano para nadie más que para ella, entonces, ¿Ahora lo seguirá haciendo? Quizás, en silencio, en una habitación, o tal vez no.  Y si acaso la recuerda, ¿Se sentirá triste?

Ella, ella esta a punto de perder la fe. ¿Y él? 

jueves, 2 de mayo de 2013

Lo voy a extrañar cada día de mi vida.
Lo que no se cura, nunca se olvida.
Late a la par de mi corazón.
Vive con mi vida. 
Muere con mis recuerdos.