10/05/1956
Los últimos acordes de una vieja canción resuenan en mi cabeza, evocando los prestigiosos recuerdos de mi anterior. Nada queda ya de mi voluntad sobre el aire que densamente se desplaza de un lado a otro de la habitación. Nada tiene sentido a estas horas de la madrugada, ni los colores brillantes que brotaban del suelo ni la pálida tez de esa mujer que me excrutaba fijamente la nuca. Tengo que dormir, de vez tengo que hacerlo, mañana me azotara una larga jornada bajo los húmedos rayos de Sol que me mojan como una catarata de agua helada.
Muchos dicen que nadie debería confiar en mis relatos, que si estoy aquí, ahora, es porque, bueno, me lo merezco y no debería estar en otro lugar, eso dicen 'ellos' , los de blanco, los que me dan con una alegría infernal, unos caramelos amargos, no me dejan masticarlos, y obligatoriamente tengo que inundar mi garganta de agua luego de comerlos. Mis suplicas de aire son en vano, nadie parece escucharme, o entenderme.
Me paso el día girando alrededor de un viejo roble maltrecho que ya esta cansado de reposar sobre el mismo lugar, tiene ganas de volar, o al menos eso me dijo el otro día al oído, susurrando despacito, despacito.
Con respecto a mis afectos, pues, no he vuelto a verlos, de vez en cuando me visita mi abuela, no se, es extraño, se aparece siempre en mi habitación, mi compañera de cuarto no parece verla, seguro me esta mintiendo, la envida la ciega, la bloquea por completo.
No quiero estar mas aquí, las paredes blancas me carcomen la carne, me llenan de un dolor punzante y uniforme la piel, que llega hasta mis huesos. Me niego a morir aquí, me niego a olvidar, el solo hecho de pensar que quizá este sea mi lugar de llegada me estremece. Quiero mis cosas, mi perfume, mis sentidos, me han quitado todo, hasta las ganas de seguir respirando. ¿Que mas da? En vano son mis palabras, ¿Quien le creería a una loca?
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Gentes que dejaron su marca.