
"Parecía que el drama la llamaba. Se complicaba eternamente a la hora de escribir, imitando las vueltas laberínticas de Borges, pero con una vulnerabilidad que él nunca había podido plasmar. Dejaba el alma en el papel, y algo más, también algo más que no podía precisar; pero que llenaba sus textos de mística. Resultaba difícil comprenderla. Pero cuando la entendía, cobraba en mi cabeza un sentido sobrenatural. Como un bonus internacional, la llamaba mi Ángel de la Música. Y la amaba."
martes, 19 de junio de 2012

viernes, 15 de junio de 2012
Mi mundo.
Si salgo de sus ojos puedo reposar en sus pestañas por unas
horas. Son cómodas y cada vez que parpadea parecen mecerme en cámara lenta. Son
largas, y marrones. No son suaves. Nadie tiene permiso a descansar en ellas más
que yo, yo y alguna lágrima de vez en cuando, muy de vez en cuando. Y después,
vuelvo a subir, y me meto en sus pupilas una vez mas, como una adicción
insaciable de placer. Y entonces es cuando estoy en el desierto. Un desierto de
eternidad completa, donde el tiempo no pasa. Es un desierto poco común, porque
llueve más que en cualquier otro lugar en el mundo. La arena es aterciopelada,
y blanca como la nieve, pero es arena. De repente, me encuentro cayendo sin
sostén de una cascada inmensa. Caer me gusta, y creo que es la parte mas
entretenida del viaje. Caer y salir por sus lagrimales. Claro, me convierto en
una lágrima más. Entonces ya ese recorrido no me gusta. Veo también una
canción. Dirán que las canciones se escuchan, no se ven. Pero no. Yo puedo
verla. Es una brisa que mueve los arboles de manera tenue y sutil. Es color
verde, mas bien claro. Es el color de la esperanza y la unidad. Es el color de
la pasión. Es el color de la vida. Es música, que mas da. Música, solo eso.
Música acá y allá. A su paso deja una estela dorada y brillosa. Deja paz. Deja
amor, fundamentalmente amor. Es una
canción tan pegadiza que me obliga a tararearla por el resto del día.
Vivo para contar esto. Soy lo que veo en tus ojos. Es un
mundo inventado que creé solo para nosotros dos, y nadie más. Solo dos en un
mundo para millones. Es un mundo perfecto. Es mi mundo. Y son tus ojos. Es una
eternidad. Una eternidad que yo sola puedo ver. ¿Y sabes donde la veo? En tus
ojos. Ojos, ojos, ojos. No me canso de decirlo. Te amo porque tenes ojos, y por
eso podría amar a cualquier otro ser en la Tierra, pero no. No pasa. Entonces
quizás este loca, por inventar mundos de fantasía con princesas desamparadas y
desiertos en los que llueve. Entonces si, lo estoy. Y soy un caso perdido. ¿Y
sabes por que? Por vivir escondida en tu mirada, y por entrar sin permiso cada
vez que me miras, o ¿acaso me das permiso con solo mirarme? Si digo que todo
esto, todo este invento vulgar ocurre en un instante, nadie me creería. Pero de
todas formas, ¿Quién sabe cuanto dura un instante?
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