La desesperación de saber que su vida se desarma entre sus
dedos como un pedazo de papel mojado, y no encuentra el Sol, no encuentra el
Sol para que fortalezca ese trozo ya casi todo roto por la humedad. Corre por
la casa buscando el calor, en serio corre. Corre con todas sus fuerzas con él
entre brazos. Sabe que lo tiene consigo, puede tocarlo, pero aun si no puede
sentirlo, aunque trata de hacerlo de mil maneras diferentes. Tiene que aprender
a ser fuerte por una vez, solo por una noche. Todo será mejor a la mañana. Eso
espera. Uno nunca sabe porque le teme a la noche, nunca se lo pregunta, solo le
teme. Sera tal vez por la oscuridad de
la soledad, de la tristeza, de la agonía.
Ya no había nada mas en esa casona inmensa, solo ella,
corriendo con un alma entre manos. Un
alma pequeña y suave. Muy pequeña, casi
imperceptible a la vista. Ya no aguantaba mas, estaba cansada, tenia sueño, y
lloro. Lloro por primera vez en mucho tiempo. Rompió la manta de negrura que la
noche distribuye con un alarido incontenible de dolor. Lloraba tan fuerte que
le dolía la garganta. Sentía su pecho abrirse como con un corte perfecto en su
centro, un corte de un cuchillo muy afilado que no la hacia sentir ningún dolor
físico. Sabía que con cada lágrima se desgarraba su piel dejándole marcas
permanentes. Cada lágrima quemaba como acido pero aun así no le dolía. Le dolía
la espera. Le dolía saber que estaba parada en el medio de una nada inmensa.
Corriendo hacia ningún lugar, y con esa vida, que seguía derramándose por su
cuerpo, y ya casi llegaba a sus rodillas.
“Todo será mejor, todo será mejor en la mañana.” Ahora
piensa en voz alta, quiere creer que sabe que pasara. Se disfraza de Oráculo
por unos segundos, juega a eso para espantar el llanto. Recurrió a momentos
felices, a los más felices, y aun así su sonrisa era cada vez mas opaca. Los pies
le dolían y las manos le sangraban, al igual que el corazón que se partía en
mil pedazos diferentes, todos distintos entre si, e imposibles de encajar
nuevamente.
Ahora, ahora siente ira. Un sentimiento mucho peor al de la
tristeza. Ira de que no la dejaran llorarlo. No se lo permitían. Por eso también,
lloraba con más intención. ¿Acaso quien lograría apagar esta llama que ardía en
su estomago y subía hasta sus labios?
Por fin, por fin llego el Sol. La luz incandescente le hacia
mal a los ojos. La oscuridad abrió paso a la misma vida, quien llego para
quedarse. Vida y muerte en un mano a mano. Ella miraba sin entender, no podía creer
lo que estaba viviendo. Necesitaba una decisión. Ya no podía rozar nada entre
sus manos. El Sol, que siempre la miraba desde arriba, ahora estaba justo a su
lado, dándole calor. La abrazaba entre sus brazos fogosos y construía en ellos
un refugio. La lluvia no tardaría en llegar. El frio era punzante. Y sus manos
ya estaban vacías.
Entonces se tiro al suelo, cayo de bruces y tomo su cabello
por las puntas, tiraba fuerte, tiraba muy fuerte para probarse que no estaba
soñando. Sus lágrimas cambiaban de color, le ardían en la piel, sus dientes
tiritaban y su pecho abierto sangraba de pena. Le habían dado la vida, se la habían
dado. La tuvo entre manos, por una noche, solo por una noche.
La oscuridad desapareció por completo, el Sol volvió a tomar
su lugar en el cielo. Amaneció, al fin. El cielo era de un color turquesa, como
nunca antes. Veía estrellas por todos lados, estrellas de día. Ahora podía sentir
el calor dorando su piel fría y mojada. Miro sus manos una vez mas y solo vio
su piel, sus venas, sus uñas a medio crecer y un temblor que no cesa. Tenía una molestia en el cuello, que se extendía
a lo largo de su columna. Pero todo acabo al fin. Dejo su cuerpo caer en el
pasto, sintió la tierra llena de roció besar su mejilla y secar sus lagrimas.
Ahora hay claridad, por fin durmió, mientras que se repetía una vez mas ‘Todo será mejor, en la mañana.’
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Gentes que dejaron su marca.