Pájaros violetas, pájaros azules, prorrogan esta pena en
forma de viento primaveral. De todos colores vuelan en torno al alma en pena
que hoy se desahoga. Cantan afinados canciones de cuna, cantan y dan paz a esta
loca que hoy grita desgarrada en el silencio de la oscuridad. Ese silencio que
provoca la neblina de otra noche de soledad y agonía.
Regando el barro ya regado con lágrimas secas, regando el
barro regado una vez más. Oliendo en mi piel tu perfume que tiene aires de
cambio, tu perfume que no hace mas que socorrerme de esta inmensidad que me
ahoga ahora y para siempre.
Esta mente que reclama tu presencia con los ojos
entrecerrados, esta mente idiota que no hace más que sacrificarse ante la luna
con recuerdos en forma de cuchillo, por los que corre sangre celeste y fría.
Sangre que sale del corazón y se distribuye despacio por el cuerpo.
Tanto tiempo sufriendo esta soledad, encerrada en una cárcel
de emociones, una cárcel abierta, yo tengo la llave para una puerta que no se
cierra. Una puerta que guarda los secretos mas profundos que alguna vez hubiese
querido guardar.
Y por mis labios corriendo una vez más esa hiel que provocan
tus besos secos del ayer, esos besos que ya no existen, no existen en mi
memoria vilmente herida por el filo de tu partida inexplicable. Mis labios que
se secan, ya están amargos. Se secan y se siguen secando mientras grito de
dolor. Mi dolor escondido en un baúl. Mi dolor enterrado bajo mis pies.
El mar, testigo ceremonial. Y yo la obra principal. Jadeando
de cansancio y estableciendo en mi ser el mismísimo infinito retorcido en una
rosa sin pétalos cuyas espinas agreden mi piel sin motivo alguno. La eternidad
se hace presente y muestra su jerarquía. No somos nada en este mundo de papel
mojado y tiza.
La respiración se entremezcla con el viento sellando mi
sufrimiento a carne viva. Sellando ese dolor inapelable, ese dolor de mujer
abandonada y sola. Tal vez ya ni dientes tenga en mi boca, quizás los gritos y
la fuerza de su sonido los hayan desplazado por completo de mis encías. Tal vez
ya ni uñas tenga en las manos de tanto arañar la tierra, de tanto golpear el cielo
y de tanto apretar el aire.
Pájaros violetas, pájaros azules, anuncian que el Sol se
hace presente. Anuncian el fin de la oscuridad avasallante que pesa en mi
espalda encorvada. Cantan porque están vivos. Celebran. Y yo canto, canto
porque estoy muerta. Celebro.