Diario de Benjamín.*
Lunes: Ya no
queda nada, y tal vez suene irónico, porque dentro de esa nada estoy yo. Me
siento en el medio de un cráter, vacío, desolado, y así podría decir una
infinidad de adjetivos cuyo significado aun no he descubierto. Con el agua se
fue la gente, con el fuego los libros, la tierra se trago todos y cada uno de
los bienes materiales y el aire, el aire no hizo mas que llevarme a mi. No,
llevarme no, porque soy yo quien escribe estas líneas con letra desprolija.
Pero mi alma se fue junto con ese remolino de lluvia y llanto, llamas y llanto,
dolor. Seré tonto tal vez, seré ignorante en pensar el porque sigo vivo,
respirando, cuando a mi alrededor lo único que puedo ver son cuerpos sin alma,
cuerpo cuya vida se ha extinguido como una llama débil con un soplo frio de
aire en la nuca. Tan frágiles y vulnerables reposan en un lecho de rosas
inventado, rosas que no tienen pétalos y en cuyo centro se magnifica el mismísimo
infinito retorcido en un laberinto sin salida. Corro por ese laberinto de
flores negras y veo muerte. Una luz opaca y densa cubre el aire y puedo llegar
a pensar que mi vida fue otra de las tantas que se esfumo como un perfume entre
la multitud. Estoy muerto en vida, o muerto y solo eso.
Miércoles: Ayer
dormí casi todo el día, y reposando boca arriba note que no veía las estrellas.
Al principio me asuste, y refregué mis ojos con los puños cerrados. Seguía sin
verlas y comencé a desesperarme. Me refregaba tan fuerte que lastime mis
parpados, pero no, no había ningún cambio. Las estrellas como por arte de magia
habían desaparecido. ¿Y si era mi condena vivir para no verlas jamás? Vi el
mundo caer frente a mis ojos marrones, vi desplomarse cada construcción, y
ahora las estrellas. Pienso que me hubiese gustado conseguir alguna para mi
mesita de luz, pienso que quizás, si la apretujaba un poquito, podría caber en
mi casa, y así iluminarme en todas mis noches de soledad, como ahora. Por unos
instantes tuve la vaga idea de que tal vez no sea yo el único que mira este cielo
sin luz. Tal vez haya con quien compartir esta inmensidad, alguien con quien
respirar el mismo aire, que es tanto que me ahoga. Hoy me doy cuenta de que no
somos nada en este mundo de papel mojado y tiza. Somos tan solo una parte mas
del sistema, un sistema que desapareció bruscamente, y se llevo las estrellas. Tal
vez mañana cuando amanezca, podre morir, morir como todos los demás y asi
liberarme al fin. ¿Que sentido tendría estar solo? Solo en este mundo seco y
quebrado que no hace mas que sacudirse a cada rato imponiendo su jerarquía.
Jueves:
Gritos de dolor me despertaron esta madrugada. Una mujer que sufria como si la
hubiesen condenado a un dolor eterno y agudo en el cuerpo.Venia arrastrándose,
lastimándose las yemas de los dedos y arrancándose las uñas de la carne. Era
una mujer de mediana edad y cabello largo y dorado como el primer brillo
matutino de claridad. Sufría, lloraba, gritaba. No pedía ayuda, no tenía
fuerzas. No la conocía, de hecho no tenia idea de su existencia. Podría haber
sido cualquier persona, de cualquier parte del mundo. Pero ella, ella era
especial, era especial porque tenia cabello dorado, y un lunar en la frente.
Por ese lunar, y porque estábamos solos, ella se había convertido en la única persona
en mi vida. Me acerque corriendo a ayudarla, mis piernas también eran débiles y
me temblaba todo el cuerpo de manera incesante. La tome entre mis brazos, y al
instante se desplomo ante mí como una hoja reseca por el otoño. Su tenue respiración
acariciaba mi piel de manera casi sagrada. Con una pesadez infinita entreabrió sus
ojos, y pude notar que eran verdes. Algo se encendió en mi cuando la vi.
Sentirla cerca me hizo olvidar todo aquel dolor de haberlo perdido todo. Una
persona que acompañaría mi pesar y quizás aquella que sostenga mi cuerpo sin
vida, porque después de todo, si la tierra se derrumbo en dos parpadeos, ¿por que
no podría yo correr la misma suerte?
Viernes: Todavía
duerme sobre mis brazos. Por momentos dudo si ella esta viva o ya murió. Si
ella moriría, entonces yo también podría morir. Tuvo apenas unos segundos de
lucidez, y me confió su nombre. Se llama Sol. Es increíble pensar que ella fue
quien le devolvió la luz a mis noches sin estrellas. No espero que el rigor de
mi camino tenga fin. En un mundo de oscuridad, el Sol atenuó la sed y el
hambre. El sufrimiento se reducía a verla respirar. Respiras, muy densamente.
Los vestigios de las últimas horas te asfixian, de manera dulce, no agresiva.
Tal vez pienso en la inmensidad de nuestro futuro. Esa inmensidad que tendría
la facilidad de convertirse en nada de un segundo a otro. Pienso en esos ojos
verdes, que se tornan azules cuando sonríes. Pienso que estas demasiado dormida
como para escuchar que estoy despierto. Tal vez podrías despertar, y mirarme,
así yo moriría en mi dulce rendición, esa rendición en la que baso mi vida. No
puedo parar de mirarte, en serio, no puedo. La tesitura de tu piel, blanca. No
tan perfecta. Quisiera que mi respiración vibrara al ritmo de tu corazón. Ese
corazón que puedo escuchar desde aqui, cerca, muy cerca. Casi puedo meterme en
tus sueños, e instalar allí mi gobierno. Casi puedo tocarte, pero claro, no
quiero interrumpirte, quien sabe, tal vez sueñas con libros, poemas,
barriletes. En sus ojos vi mi destino, en su lunar conocí el amor. Y no puedo
evitar cuestionarme si en verdad es amor. Quizás, somos experimentos, y alguien
que aun no he develado esta llevando nuestros cuerpos, nuestras emociones al
extremo. Solo tengo una certeza, estamos solos y moriremos solos, pero juntos.
Sábado: Muy
temprano a la mañana, cuando me desperté, ella ya no estaba. Pero la desesperación
no me duro más que alzar la vista para comprobar que estaba parada mirando el
horizonte.
Un horizonte
que, repito estaba lleno de nada. Quizás le dificultaba pensar en que había pasado.
Quizás no tenía ni la más remota idea de quien era yo. Temía hablarle. Temía
acercarme. No quería asustarla y romper el mundo inventado que yo mismo me había
armado mientras ella soñaba, con los ojos cerrados. Pero, contrariamente a mis
expectativas, ella se dio vuelta y me clavo la mirada. Al principio pensé que
no me veía, pero después, se acerco de a
poco. Caminaba y con sus pasos establecía en mí un sentimiento espectacular. Parecía
detallar cada nota de la Quinta Sinfonía de Beethoven con sus pasos. Me tomo la
mano y me ayudo a levantarme, y ahí por primera vez, nos miramos. Podría
describir ese cruce de miradas como algo espectacular, algo fuera de lo
natural. Una fuerza me empujaba por la espalda y me decía a gritos que la bese.
Pero seria muy pronto. No lo haría. No porque no quisiera. Tenía miedo de
profanar su cuerpo tan perfectamente moldeado. Se presento, me dijo su nombre y
su edad. Me conto de su vida. Hablamos largas horas. No quería que pare de
abrir y cerrar su boca emitiendo palabras con un sonido angelical, que
denominare ‘su voz.’ Se hizo de noche y ella también noto que el cielo no tenia
estrellas. Las lágrimas humedecieron sus mejillas rosadas. Le rogué que no
llorara. Porque lloraría yo también. Quizás, en el fondo intuía que yo por ella
sentía algo especial, que ella me había devuelto las ganas de vivir. Nos
acostamos muy cerca. Nuestras pieles se rozaron. Y nos dormimos.
Domingo: Al mediodía
los ruidos de nuestros estómagos nos despertaron. Rugían como si dentro hubiese
un animal en cautiverio sediento de sangre. No había comida. Por ninguna parte. Moriríamos
de hambre, pero eso ya no era un problema. Pensamos mil maneras de distraernos.
Incluso nadamos en un lago amarronado y turbio. Pero el estomago nos dolía cada
vez mas. Nuestras bocas necesitaban moverse. Necesitábamos el sabor de la carne
metiéndose por nuestros labios. Nos miramos. Sabíamos que besarnos seria
entonces lo mas entretenido y nos mantendría ocupados. Pensé que este era un
gran momento para mi, y que seria para ella una obligación. Pero fui egoísta, y
la induje a hacerlo. Claro que no me arrepiento. De a poco nos acercamos. Con
mi mano acaricie su rostro y dibuje en el un paisaje curvilíneo. Ella temblaba.
Podía notarlo en su cuerpo a medida que se pegaba con el mio formando una masa
de piel y huesos. Rogaba que se acerque un poco mas, así podía verla. Deje que
su aire se mezcle con el mio y que su mirada sea mi religión. Ya no habrá mas
excusas ni peros. A la vez que nuestras pieles se sientan y se entrelacen
formando una sola pieza homogénea, yo encontrare mi paz. Sus labios se acercaba
sigilosamente, y en la oscuridad, jugaban a las escondidas con los míos, que cobardes,
se dejan encontrar rápidamente. No murmuro ni una sola palabra, para que no sea capaz de arruinar el
silencio y rompen la atmósfera que ambos supimos crear. Cada paso que dábamos
es un capitulo mas en nuestra historia. Y luego, sin anestesia, sus latidos se
apoderaron de mi, haciendo que me entregue en cuerpo y alma a un sueño de amor
y lujuria. Y ahí es cuando me doy cuenta de que es única, y que sin dudas se
habías metido en mis venas. Los segundos pasaban, y su perfume ya es parte del mio, y aun no me
besaba. ¿Que esperaba? ¿Acaso que suplique hasta mi rendición? Me torturaba, y
le gustaba, mis lágrimas son su placer, y asumo que yo así soy feliz. Estábamos
un poco mas cerca, ya no lo resistía y me acerco yo a ella, sentí su aliento en
mis labios, que están ardiendo de pasión, hambre y sed de días. Un empujón más
basto para que por fin seamos una boca, con un solo conjunto de dientes y una
sola lengua. Nos derretimos íntegramente, juntos, cayendo al piso agrietado y
seco. Me gustaría decir que rodamos en un sinfín de sabanas y almohadones, pero
solo encontré la viscosidad de un barro húmedo y pastoso. No sabemos porque lo
hicimos. No sabemos si estuvo bien. Fue quizás el acto de inconciencia más consiente
que haya hecho en mi vida. Quizás ella no estuvo segura en ningún momento. Jamás
quise lastimarla. Esparcí mis besos por toda su piel cristalina y en sus ojos
verdes, en el fondo podía notar el placer de estar conmigo. No nos conocíamos,
solo habíamos estado juntos un día, o dos, o una eternidad.
Lunes:
Amanecer sin ropa no me dio pudor. Estábamos solos. Y nos conocíamos de pies a
cabeza. Ahora ella sabia cada imperfección de mi cuerpo, lo había recorrido con
sus uñas descascaradas y su pelo dorado. No hicimos más que mirarnos, para
entender todo lo que estaba pasando. Un acto de amor se estableció con tinta
indeleble, recuerdos que las lágrimas de esta condena no borrarían. Ella también
estaba desnuda. Tirados en el suelo notamos que la tierra estaba húmeda. Podría
haber sido el sudor, pero nunca lo sabremos. Parecía agua. Parecía que había llovido
mientras dormíamos. Y si así fue, no lo notamos. Pensamos que quizás podríamos buscar
la manera de encontrar vida otra vez. Y salimos a buscar como dos depredadores
desesperados. Después de horas, encontramos, en el medio de la nada en la que estábamos,
un brote color verde, como la esperanza. ¿Saben? Me costo encontrar una definición
de vida, y ahora la tenia frente a mis ojos. Era pequeño. No nos atrevimos a
tocarlo. No queríamos dañarlo. Mil veces se cruzo por mi cabeza arrebatarlo de
la tierra y con un bocado saciar un tercio de ese hambre infernal que ya no podía
soportar. Pero no. En sus ojos, los de ella, vi algo maternal cuando observaba
esa planta. Cuidaríamos de ella. Nos miramos y juramos protegerla. Juramos
darle agua cada día, aun así nosotros muriéramos de sed. Veíamos en ese pequeño
yuyo un futuro.
Epílogo.
Lo que ellos no sabían es que
mientras juraban protegerla y amarse para siempre, la Tierra se preparaba para
la destrucción total. Un golpe final que acabaría con la venganza que la
naturaleza tenía preparada. Años de maltrato se redujeron a una semana de agonía
para estas dos personas, que no tenían más que a ellos mismos. Dos personas que
juntos, aprendieron a amar, aprendieron a vivir sin agua y sin comida.
Aprendieron a mirarse, y a valorar el brillo de esas estrellas que ahora
añoraban. Dos segundos bastaron para encontrarlos en el suelo, desnudos y ya
casi sin respiración. Benjamín pudo apenas articular dos palabras: ‘te amo’.
Palabras que Sol, ya no pudo escuchar. Sus ojos verdes se cerraron para el
resto de la eternidad, sin saber que la ultima vida del planeta moría en su
vientre.
*Benjamín, nombre masculino de origen hebreo, su significado "Aquel que es el último nacido o Hijo de mi diestra o Hijo de dicha"
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