martes, 28 de febrero de 2012

 "I don’t make 
music 
for eyes,
 I make
 music 
for
ears."


              -Adele

jueves, 23 de febrero de 2012

"Te quiero cuando tienes frío estando a 21º, te quiero cuando tardas una hora para pedir un bocadillo, adoro la arruga que se te forma aquí cuando me miras como si estuviera loco, te quiero cuando después de pasar el día contigo mi ropa huele a tu perfume y quiero que seas tú la última persona con la que hable antes de dormirme por las noches. Y eso no es porque esté solo ni tampoco porque sea nochevieja. He venido aquí esta noche porque cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible."

martes, 21 de febrero de 2012

De madrugada.

Respira, agitado. Es de madrugada, exactamente las tres y cuarentainueve minutos. Sigue agitado. Demasiado para su gusto. En realidad, no entiende muy bien lo que le esta pasando. El sudor, tibio, a  veces frio roza sus mejillas. Las humedece. Mira a su alrededor, no ve nada. Ni siquiera las paredes. Claro, en la oscuridad todos son perfectos artesanos del escondite. Emite un suspiro, bastante largo. Su pecho se infla, el aire baja a su panza, y hace un perfecto círculo hasta volver a su boca, donde libera esos restos de dióxido de carbono que yacían en sus pulmones.

Ya calmado, trata de recordar, en serio lo intenta, de recordar aquello que tanto lo perturba. Cierra los ojos, muy suavemente, muy suavemente. Y recuerda, al fin logra recordar. Soñó con ella. Un sueño muy hermoso, casi imposible. No recuerda muchos detalles, solo algunos, suficientes para el. Toma un pequeño cuaderno rayado, deshojado, un lápiz con poca punta y comienza a escribir:

Soñé con ella. Soñé que era mía una última vez. Soñé que nunca se había ido. Estábamos los dos, ella y claro, yo. Caminábamos por la playa, una playa eterna. Del otro lado, estaba el mar, que rozaba nuestros pies, abalando nuestra caminata. Y el Sol que de a poco nos daba intimidad, para que por fin sea mía. No me miraba, no al principio. Su piel, perlada, y sus ojos verdes, tan verdes que se mezclaban con el atardecer. No se porque, no se porque se mezclaban, aun así lo hacían. Seguíamos caminando, como si nada mas en el mundo importara. Como si no hubiese otra actividad mas que caminar infinitamente. Tomados de la mano. Nuestros dedos entrelazados, formando una sola masa homogénea. Nuestros pies se hundían en la arena, que terca no se quería despegar. Nos íbamos a besar, por fin, luego de tanto vagar. Nuestros labios se iban juntando de a poco, muy de a poco. Por miedo, miedo a profanarnos. Tus labios rosados, transformaron los mios que eran grises. El mundo volvió a girar, me besaste. Ese fue mi sueño. Mi sueño de hoy. 

Cada noche, escribía algo nuevo. Algo nuevo en su cuaderno deshojado. Sueños, muchos sueños poblaban las hojas. Sueños con un denominador común, ella. No se animaba a contarle a nadie. Quizás nadie le creería.

El despertaba cada mañana, y deseaba que el día pase, lo más rápido posible, para volver a soñarla. En una pradera, en una playa, en una cama o en un sillón. No importaba el lugar ni el pretexto. Solo quería soñarla. En el cielo, escondida dentro de cajón, en un árbol o en forma de amor, solo amor.

La amaba, sentía que la amaba con todo el corazón. Integro, le pertenecía. Y así seria por el resto de su existencia. La existencia que esa joven de sus sueños remotos le había donado. No sabía mucho de ella.
Verdaderamente, no sabía nada. Aun así, la anhelaba. La deseaba, la sentía, la rozaba en cada sueño. Sentía el perfume de su cabello, la gozaba. Sabía que el sueño no iba a durar mucho, por eso disfrutaba cada instante como si fuera el último.

Su vida se basaba en esa mujer. Esa mujer que nunca había visto. Esa mujer, que era una parte mas, tan solo una parte mas, de su imaginación.

jueves, 16 de febrero de 2012

La lluvia destrozó todo. Todo, absolutamente todo. Desde el Ciprés que hace tantos años custodiaba mi patio, hasta mi corazón que había salido a tomar aire. El mundo se paro a ver las gotas de agua precipitar de manera estrepitosa. El mundo se paro a ver como todo se destruía poco a poco, poco a poco, sin poder hacer nada. Nada de nada. El cielo mismo se caía encima de mi cabeza, la tormenta me alcanzo, me humedeció por completo, pero estimo que yo así, fui feliz.

Y de repente, debajo de la lluvia mi mirada que tímida se levantaba se entrelazó con la tuya. Respiré hondo, hondo como el océano azulado. Y mis ojos como peces inquietos no podían esperar para seguir mirándote. Me acerque, de a poco. Muy de a poco, para que no notes mi presencia.  Tu sonrisa me dio miedo, era tan calma. No como la lluvia que seguía cayendo sin parar. No me miraste, no lo hiciste.

Podría haberme arrojado a tus brazos, podría haber rozado tus mejillas con mis manos mojadas. Podría haber echo muchas cosas. Pero no hice nada. Mi  cuerpo se paralizo por completo, no podía inhalar aire puro, lo único que entraba a mi cuerpo era el olor a tierra mojada.

Pero esto no es para hablar ni de utopías, ni de amores imposibles. Esto es para hablar de algo tan simple y básico como la lluvia. Claro que nadie puede evitar que llueva, a la vez que no se puede  evitar que bajo el agua te haya mirado de esa forma. Esa forma que me hizo sentir tu alma, y robarme un pedazo, muy pequeño, tan pequeño que cabe en la palma cerrada de mi mano izquierda. Tan pequeño que si lo dejara en mi habitación, lo perdería. Tan pequeño como tus ojos, que cuando te miran se hacen inmensos.

Cuando regreso a ese día, vuelvo a ver tu rostro. Te veo flotando en el cielo, bailando en la lluvia. Y yo guardo una parte tuya conmigo, ese pedacito de alma que te robe. Con esa mirada, me regalaste todo. Me regalaste el universo, me regalaste la quinta estrella que salió la noche después de mirarnos. Todo esto sin saberlo. Todo esto sin saberlo.

No puedo, no puedo no reclamar tu presencia mediante estas vanas palabras. No puedo hablar de la lluvia, en serio no puedo. La lluvia. Esa lluvia que nos unió alguna vez. Esa lluvia que nunca más nos separo.

Hoy, llueve otra vez. Se me ocurren millares de cosas para hacer. Quiero correr, en cambio, hago otra cosa. Salgo, con los brazos extendidos, las gotas cierran mis ojos. Abro la vida al cielo, e intento devolverte el pedacito de alma, que alguna vez, bajo esta misma lluvia, te robe.

martes, 14 de febrero de 2012


“Hoy comprendí el gran error, que fue haberme ido de al lado tuyo. Pasa que uno, a veces toma decisiones por impulso, procurándonos los caminos mas sencillos, los caminos mas hermosos, y los caminos mas suaves, sin darnos cuenta que la felicidad, muchas veces, se consigue en la lucha, se consigue con lagrimas, con caídas dolorosas, con heridas tremendas, con problemas y complicaciones de todo tipo, y por no enfrentar todo eso, a veces le damos la espalda al mismo amor, a los mismos sueños, por considerarlos inalcanzables tal vez. Preferimos, no se, dejar de sufrir, como que nos anestesiamos, como que nos damos cuenta, de una vez por todas que nos tenemos que calzar la armadura, y pelearla. Y pelearla, hasta que se nos vaya la vida, en el intento. Hoy puedo decir que me di cuenta, con una pequeña ayudita, y le ruego a Dios, que me ayude. Esta noche, me permito hablarle a una persona en especial, a vos, Margarita. Que un dia, deje de pelear, deje de pelear por vos sin darme cuenta que dejándote a vos, lo dejaba todo. Una vez hace infinitas noches, era una noche de Luna, igual a esta, y a través de esa misma radio, vos me dijiste bajo un nombre falso, me acuerdo que vos eras Violeta y yo era Felipe, me aconsejaste que no bajara los brazos, que la vida tenia mil vueltas, y que uno nunca sabia como podía terminar. ¿Te acordas no? Que tal vez estábamos mas cerca, de lo que nosotros creíamos y que nuestros sueños iban prendidos de una misma estrella. Hoy yo quisiera saber si esa Luna, que fue testigo de un amor irrenunciable, podría de nuevo tener la gentileza de iluminar a mi flor, a la flor mas bella, a la flor mas hermosa entre todas las flores, la que tiene algo que la hace única, algo que la hace tan especial, que es que es mía, y que yo soy suyo, que nos pertenecemos mutuamente, y que ya nada ni nadie, nos puede separar. Ni nada ni nadie, nos puede negar. Que hoy me entrego completamente a sus manos, a su voluntad, a su ‘si’ o a su ‘no’, para que nuestros caminos formen uno solo, desde ahora, y para siempre.”

viernes, 10 de febrero de 2012

Ayer encontré una Rosa.


Ayer encontré una Rosa. Una rosa que lleva tu nombre en el quinto pétalo. Una rosa que huele justo como olías tú. Una rosa que si la miras durante un tiempo, sin pausas, sin prisas se puede ver tu rostro. Una rosa color rojo, rojo como tus labios. Rojo como la pasión. Nuestra pasión, y de nadie mas.

Esa rosa, me la regalaste, me la regalaste hace exactamente un año. Esa rosa conserva tus huellas digitales, por eso, aun no me atrevo a tocarla. No quiero profanarla, no quiero profanarte a ti, que vives en esa Rosa color rojo. Roja muy roja. Incluso más roja que cualquier otra rosa. Tan roja que a veces se torna negra. Si me pierdo, si te pierdo, te encuentro en esa Rosa, esa rosa roja que a veces es negra.

Esa rosa, me canta canciones de cuna, de manera muda. Claro, las rosas no hablan, no le hablan a nadie más que a mí. Pero esta no es cualquier rosa, es la que me regalaste hace un año. La rosa no tiene perfume, o quizás yo no tengo olfato. Quizás tú te llevaste su perfume, para no olvidarla, para no olvidarme a mí. O quizás te llevaste su perfume, para que yo no te recordara, pero como ves, vagas por cada recoveco de mi habitación. En mi rostro se vislumbra tu alma.

En la oscuridad la rosa brilla, cuando es roja, no cuando es negra, seria raro que se viera de ser así. La oscuridad es negra, la rosa tal vez. Mi amor es grande, el tuyo tal vez. Mi corazón te hizo un refugio. Para que no te ataquen las tormentas. No te atacan allí, porque estas el refugio. No te puedes ir muy lejos, pronostican lluvias, mejor, quédate en mi corazón, donde te construí un hogar. No muy grande, claro. Es pequeño, lo suficientemente espacioso para que entremos los dos. Y si quieres tu solo. Sin mí. Como ahora. Vete y déjame ir. Vete con el viento, con la tormenta. Pero déjame ir a mí. Estoy atada, no creo poder salir jamás. Tampoco creo querer salir de ti, si es que ahí estoy.

Derramo lágrimas, lagrimas color rojo, como la rosa. Derramo bella poesía por mis poros, para regalarte. Derramo amor, que era para ti. Y miro a mi costado y no estas. Y miro a mí alrededor y no estas. Y miro al abismo que nos separa y aun sigo sin verte. ¿Acaso te has escondido? Este juego ya no es gracioso, no para mí. Si tu te ríes, entonces estará bien, pero como no puedo verte entonces no se si lo estas haciendo.

Se que volverás, lo prometiste. Mi miraste a los ojos, y dijiste que volverías, mientras me dabas la rosa que no es ni roja ni negra ahora, sino gris.

La Rosa tiene mi vida, la rosa eres tu. La rosa soy yo, o lo que queda de mi reflejado en un tallo sin pétalos.  

lunes, 6 de febrero de 2012

Un poema de amor.


Mírame
Mírame con esos ojos
Ámame
Hasta quitarme todos los antojos.

Se mi flor en primavera
Se mi constelación en mi universo
Convierte mi larga espera
En un poema de un solo verso.

Siente el cálido viento de mis labios
Acercarse a tu boca
 Que se han guardado tantos años
Con un amor que los sofoca.

No sabes lo que ahora siento
No sabes cuanto te anhelo
Mi emoción es como un viento
Con el que cada noche me desvelo.

¿Cuánto más tardaras en llegar?
¿Acaso una eternidad?
¿No ves que mi corazón se ha decido a amar?
A cualquier mujer, y sin piedad.

jueves, 2 de febrero de 2012





Esta desesperación de extrañarte me ahoga. Toma mis pulmones, y se apodera de mí. Extraño esos ojitos brillosos. Ojos que me conocen mucho más que yo. Ojos que de tan solo mirarte te dan todo el amor del mundo. Ojos que no conocen el llanto. Extraño esa sonrisa, esa sonrisa que me hace sonreír. Esa sonrisa que me habla sin palabras. Esas miradas cómplices. Esos momentos de silencio absoluto. Momentos que solo nosotros sabemos y nadie más. Momentos que llegaron para quedarse. Momentos, solo momentos.

Y ahora que miro a mi costado y no te veo, me doy cuenta de cuanto te necesito. De cuanto creciste. Casi casi un poquito más grande que yo. Te veo crecer, claro, los dos crecemos, vos creces conmigo, y yo con vos. Y no puedo evitar acordarme de esa bendita trepadora. No puedo evitar acordarme, no puedo. Verte entrando al jardín, con ese guardapolvo azul. Ese cortesito taza. Esa sonrisa, que es la misma que ahora. Esos ojitos picaros, muy picaros.

Entonces, que alguien me explique, ¿que es esa almita que ilumina mi mañana? De donde salió, no lo se. Como llego, tampoco lo se. La única certeza que tengo, es que lo amo, más de lo que se puede llegar a imaginar. Esa personita única, especial, que me humedece los ojos con tan solo una risa. Esa risa especial, colorida, que me hace tanto, tanto bien. Sentir que toco el cielo con las manos cuando nos reímos juntos. Risas eternas, sin sentido. Risas que nadie entiende. Risas que nunca se terminan. Risas que hacen eco y resuenan hasta el cansancio, al fin y al cabo, solo risa.

Yo prometí cuidarlo. Me lo prometí a mi misma. Me prometí no verlo sufrir jamás. Prometí que nunca lo lastimaría. Prometí amarlo hasta que el corazón me estalle en miles de pedacitos. Prometí estar junto a él cada segundo de mi vida. Prometí ser su otro yo. Prometí transformarme en cada persona que el necesitara. Prometí decirle lo que sentía cuando lo sentía. Prometí hacerlo feliz, y eso voy a hacer. Hacerlo feliz. No hay mejor cura para mi alma, que hacerlo feliz.
Teamo.

Concédeme esos ojos.


Nada es más simple que mirarte. Mirarte muy cerca, sin prisa. Detener el reloj, congelar el mundo, congelarlo para mirarte unos segundos, unos segundos que se vuelven el ritmo de mis pulsaciones. Esos ojos que no tienen color, de verdad no lo tienen. Son del color de tu alma, transparente. Son del color del aire que respiras tú, y que respiro yo. Son transparentes como mi amor infinito. Mi amor que no hace nada mas que amarte, a ti

Y en ese momento, en el que te miro, empieza a sonar una canción, no se si es producto de mi imaginación, no estoy loco, o tal vez si. Y suena cada vez más fuerte, mas y mas, como un sonido penetrante y que no se cansa. Tiene un ritmo hermoso y pegadizo, no tanto como tu y tus ojos, claro. Es un coro, de poca gente, con ojos, todos tienen ojos, no como los tuyos, ni siquiera se arriman, pero a pesar de todo, los poseen. ¿Podrías acaso imaginarte ser la única persona con ojos en el mundo? Claro que no. Eso seria imposible. No es que este diciendo que no haría lo imposible para lograrlo. Es bueno que sepas, que si esa idea se te cruza por la cabeza algún día, no dudes en comunicármela, que yo me encargare de que no haya ojos más que los tuyos. Me quitaría los míos, aunque seria un inmenso castigo no poder mirarte todo lo que quiera.

Que estupidez, el mundo sin ojos. Es que simplemente creo que tienes los más hermosos del mundo, los que son del color del infinito. Mirarte es una humillación, para mí. Porque mis ojos, no son hermosos, ni del color del aire como los tuyos. Son, tan solo, marrones, agrios.
Y cuando lloran, cuando lloran se desvanece el cielo en mi habitación. Cuando lloran la furia de los siete mares se hace notar. Se elevan las almas de los malditos y hunden la de los puros. No es que este delirando, puedo asegurártelo. En el caso de que estuviese delirando, no lo sabría, pero aun así, lo negaría. ¿Qué seria de mi sin ti?¿ Acaso seria mas feliz? De seguro podría dormir, sin tener que pensarte todo el tiempo. Pero nada importa de mi ahora, a mi me llevara el viento, pero no a tus ojos.

Vivo en ese mundo inventado, en ese mundo que invente solo para ti. Solo para amarte y desearte hasta desesperar. Ese mundo de colores grises, en el que solo brillan tus ojos. Ese mundo en el que el Sol sale cuando tú abres los ojos. Tu alma es la principal religión. Tu vida es la vida plural. Mi vida es una mas. Nuestra vida es real.

No hace falta que te llene de poemas, para que sonrías. No hace falta que te cante una canción de amor. No hace falta que te alabe una y mil veces. Sin embargo yo lo hago. Es mi dulce condena. Condena a la que yo me sometí con placer, no porque quiera, sino porque  tú me obligaste. Si no me hubieses mirado, nada de esto estaría sucediendo. Ni yo te amaría, ni tú me darías vida.  No voy a reprochártelo. O tal vez si, algún día. Pero no ahora. No ahora porque en esta dulce bipolaridad que asoma, estoy feliz. Apostaría muchísimo dinero a que no durará.

Mi día comienza una vez mas, yo te miro, tu sin embargo, no me respondes.