miércoles, 28 de marzo de 2012


Lloraba por amor con cada primavera. Se reía del cielo, de las nubes, de los arboles. Tenia una inocencia tan peculiar, que parecía que jamás crecería. O por lo menos eso quería. Alterada por cada frase a su alrededor bajaba las escaleras de una manera única. Ella era única. Cada imperfección de su piel.  Cada parte de su cuerpo, no tan grande. No tan grande, aun asi orgullosa de esos tres centímetros que había logrado crecer el último mes.

Uno se preguntara ¿Por qué le rompieron el corazón? Entonces basta mirarla entrar, mirar sus ondas rebeldes con cada viento matutino, mirar como brilla, brilla su piel como ninguna otra. Soporta cada rumor con una lágrima en sus pestañas. Una lagrima que cae y se bifurca en cinco, en ocho y a veces en diez.
Pero ella es así, traviesa, aventurera, fugaz. Mezclada entre tantas, plural. Pero tan mía. Tan mía como del Sol, del Sol y la Luna. 

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Gentes que dejaron su marca.