Lloraba por amor con cada primavera. Se reía del cielo, de
las nubes, de los arboles. Tenia una inocencia tan peculiar, que parecía que jamás
crecería. O por lo menos eso quería. Alterada por cada frase a su alrededor
bajaba las escaleras de una manera única. Ella era única. Cada imperfección de
su piel. Cada parte de su cuerpo, no tan
grande. No tan grande, aun asi orgullosa de esos tres centímetros que había logrado
crecer el último mes.
Uno se preguntara ¿Por qué le rompieron el corazón? Entonces
basta mirarla entrar, mirar sus ondas rebeldes con cada viento matutino, mirar
como brilla, brilla su piel como ninguna otra. Soporta cada rumor con una lágrima
en sus pestañas. Una lagrima que cae y se bifurca en cinco, en ocho y a veces
en diez.
Pero ella es así, traviesa, aventurera, fugaz. Mezclada
entre tantas, plural. Pero tan mía. Tan mía como del Sol, del Sol y la Luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gentes que dejaron su marca.