El viento frio le acaricio la nuca. No podía evitar sentir
ese vacío en el pecho. No se resignaba a amarlo más que a nada en el mundo.
Buscaba encontrarlo en otras personas, intentaba olvidar que sus almohadones tenían
su perfume. Recorría su casa en busca de distracciones y lo único que lograba
encontrar eran momentos. Recordó el momento en el que se abrazaron en la puerta
de la habitación. Recordó cuando el estaba acostado en la cama y ella cantaba
mirando la ventana. Cantaba una canción triste. Y a el, le gustaba. Le juro que
se la iba a aprender en el piano y que ella estaría a su lado. Que se la iba a
enseñar, aunque sus dedos no eran tan agiles. Ella le contesto que solo servía
para cantarla, como podía, pero que tenía sentimiento en su voz.
Ya nada era lo mismo. Lo sentía cerca. Se negaba a aceptar
todo lo que había pasado en fracción de minutos. Le dolía el olvido y se le
clavaba en su espalda como una daga que comenzaba su recorrido debajo del
cuello y terminaba en la punta de sus dedos del pie. A veces reía contando anécdotas
de ellos juntos. La gente se divertía. Pero después, venia la melancolía y todo
lo pudieron ser.
Comprobó una vez mas que a las palabras se las lleva el
viento. No son nada. Y tal vez se cuestionaba si todo lo que había hecho por él
alguna vez, valió la pena. Se sentía insegura de seguir adelante con una vida
que no le pertenecía. No le pertenecía, porque el la había robado. Se le escapo
por entre medio de sus manos sin piedad y desato en ella el más agudo de los
dolores. Jamás hubiese pensado que esa persona a la que había amando desde que tenía
uso de razón, podría ser capaz de causarle semejante pena. Había establecido en
ella una cruz con la que debería cargar el resto de sus días. Las memorias y
suposiciones le pesan y no la dejan caminar.
Por momentos esta bien. Habla con coherencia, puede seguir
adelante. Pero después otra vez, las risas, risas, risas. Recordaba su sonrisa todavía.
Pero de a poco se iba olvidando de su voz, y juro que es cierto. No lo extrañaría
si no lo conociera, uno no puede extrañar algo que nunca tuvo. Pero el, el le pertenecía.
Confidentes. Secretos. Se fue. Se lo llevaron. Y nunca más va a volver. Y si
duele, es porque se ama. Y si se ama, entonces va a doler.
Había prometido cuidarlo. Para siempre. Prometió que no se permitiría
verlo sufrir. Pero al parecer, el no hizo lo mismo. La vio desgarrarse de dolor
en frente de sus ojos, y no hizo nada al respecto. La vio morir entre sus
brazos, y la dejo. Se llevo con el, su vida y la destruyó.
No sabia vivir sin el. Nadie le había enseñado. La herida
queda. Siempre sigue doliendo. Sangra de a ratos. Y gotea esa sangre, que el
mismo supo curarle. Y ahora, ella podría estar parada en frente de un
acantilado, al borde de caer y a el… ¿Le importaría?
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Gentes que dejaron su marca.