lunes, 29 de octubre de 2012


Con su mano derecha tomo un pincel. Un pincel pequeño y liso. Un pincel con pocos pelos. Empezó a dibujar una silueta,  precisa. Con una encorvada cintura. Dibujo un par de piernas, y un par de pies. (¿Sabes por que? Porque pensó que estas son las bases del cuerpo, somos lo que somos porque tenemos pies, y quien no lo tiene, entonces será especial, un ángel tal vez, con otra misión en la tierra, pero esta silueta sí tendría pies, quería que camine, corra y baile aunque no haya melodía.)  Mas que nada, moldeaba esas caderas voluptuosas y las hacia propias. Trazaba cada parte de esa figura con profunda dedicación, y de a ratos paraba para secarse el sudor que surgía de su frente. Era raro, tenía olor a margaritas. (¿Has olido alguna vez el olor a Margaritas? Puedes hacerlo cuando quieras, o imaginar que lo haces, cuando en realidad solo hules el pasto que crece desprolijo en la vereda. ) Poco a poco esa masa de arte se iba convirtiendo en algo parecido a una mujer. Dibujó su torso desnudo y en su centro un ombligo. Era redondo, y común. (Entenderás que con esto no quiero insinuar que si tu ombligo no es redondo no es ‘común’, solo que prefirió no hacerlo ni cuadrado, ni triangular, ¿Sabes?) Subió sin piedad por su cuerpo hasta llegar a su cara. Le hizo ojos, principalmente ojos. Perfectos, almendrados, con pestañas largas y marrones. Sabia que si no le hacia ojos, entonces no seria nada. Sabía que a pesar de todos los detalles que le había incluido en la piel de sus piernas y en la pureza infinita que había plasmado en sus manos, no habría mujer sin ojos. (Habrás oído muchas leyendas sobre el, muchas ciertas, muchas no tanto. Una de ellas cuenta que su delirio eran los ojos. Entonces entenderás el porque de todo este esmero casi diabólico en la cara de esta joven) Tenia miedo de que al dibujar su boca fuese lo suficientemente perfecta como para opacar el brillo de sus pupilas, entonces siguió por la nariz. La nariz, pequeña. Angosta. Era vecina de los ojos, o casi vecina. Fue difícil hacerla de su tamaño ideal, tenia miedo que ocupe mucho lugar, lugar que podría pertenecerle a las pestañas. Paso por lo pómulos, y les aplico un poco de color rojo. Otra vez, tenía que descender a la boca. La consideraba un problema. (Debo confesar, que según dicen, muchas veces se le paso por la cabeza no otorgarle ni labios, ni dientes.) Trazó un conjunto de líneas que juntas formaban labios, que a la par formaban una boca. Habiendo concluido se alejo unos pasos de su pintura. La miro de cerca, de lejos, por izquierda y por derecha, pero había algo, algo que no sabia con exactitud que era. Un defecto. (Considerando su eterna perfección no se permitiría tener un solo error, quiero decir, era la primera vez que dibujaba una mujer. Siempre había dibujado paisajes, tal vez por eso, le resultaba tan antipático a la vista, ¿Qué crees?) Después de escrutar el lienzo blanco por unas horas, tomo con la misma mano que toma su pincel, un cuchillo con poco filo y con profunda convicción y furia destrozo el dibujo que había creado. Separó el cuerpo de esa mujer en millones de trozos diferentes. (Si vieras como quedo esparcida sobre el piso de la habitación te hubiese dado ira,  y pena, pero ira más que otra cosa) Herida, sufría sin sonido, gritaba, pero nadie la escuchaba. Tajeada sin piedad, y desarmada en infinitas partículas que ya no podrían volver a unirse. El pintor salió corriendo por la puerta trasera de su casa. Nada mas se sabe de él, nada. Muchos dicen que intentaron reconstruir su obra, pero por más que intentaron, falta un solo pedazo, uno solo. Dirán que se lo llevo con el, en su huida, dirán que solo desapareció en el suelo, o lo voló el viento, o tal vez que nunca esa parte existió. 

lunes, 22 de octubre de 2012

La ultima pareja del mundo.


Diario de Benjamín.*
Lunes: Ya no queda nada, y tal vez suene irónico, porque dentro de esa nada estoy yo. Me siento en el medio de un cráter, vacío, desolado, y así podría decir una infinidad de adjetivos cuyo significado aun no he descubierto. Con el agua se fue la gente, con el fuego los libros, la tierra se trago todos y cada uno de los bienes materiales y el aire, el aire no hizo mas que llevarme a mi. No, llevarme no, porque soy yo quien escribe estas líneas con letra desprolija. Pero mi alma se fue junto con ese remolino de lluvia y llanto, llamas y llanto, dolor. Seré tonto tal vez, seré ignorante en pensar el porque sigo vivo, respirando, cuando a mi alrededor lo único que puedo ver son cuerpos sin alma, cuerpo cuya vida se ha extinguido como una llama débil con un soplo frio de aire en la nuca. Tan frágiles y vulnerables reposan en un lecho de rosas inventado, rosas que no tienen pétalos y en cuyo centro se magnifica el mismísimo infinito retorcido en un laberinto sin salida. Corro por ese laberinto de flores negras y veo muerte. Una luz opaca y densa cubre el aire y puedo llegar a pensar que mi vida fue otra de las tantas que se esfumo como un perfume entre la multitud. Estoy muerto en vida, o muerto y solo eso.
Miércoles: Ayer dormí casi todo el día, y reposando boca arriba note que no veía las estrellas. Al principio me asuste, y refregué mis ojos con los puños cerrados. Seguía sin verlas y comencé a desesperarme. Me refregaba tan fuerte que lastime mis parpados, pero no, no había ningún cambio. Las estrellas como por arte de magia habían desaparecido. ¿Y si era mi condena vivir para no verlas jamás? Vi el mundo caer frente a mis ojos marrones, vi desplomarse cada construcción, y ahora las estrellas. Pienso que me hubiese gustado conseguir alguna para mi mesita de luz, pienso que quizás, si la apretujaba un poquito, podría caber en mi casa, y así iluminarme en todas mis noches de soledad, como ahora. Por unos instantes tuve la vaga idea de que tal vez no sea yo el único que mira este cielo sin luz. Tal vez haya con quien compartir esta inmensidad, alguien con quien respirar el mismo aire, que es tanto que me ahoga. Hoy me doy cuenta de que no somos nada en este mundo de papel mojado y tiza. Somos tan solo una parte mas del sistema, un sistema que desapareció bruscamente, y se llevo las estrellas. Tal vez mañana cuando amanezca, podre morir, morir como todos los demás y asi liberarme al fin. ¿Que sentido tendría estar solo? Solo en este mundo seco y quebrado que no hace mas que sacudirse a cada rato imponiendo su jerarquía.
Jueves: Gritos de dolor me despertaron esta madrugada. Una mujer que sufria como si la hubiesen condenado a un dolor eterno y agudo en el cuerpo.Venia arrastrándose, lastimándose las yemas de los dedos y arrancándose las uñas de la carne. Era una mujer de mediana edad y cabello largo y dorado como el primer brillo matutino de claridad. Sufría, lloraba, gritaba. No pedía ayuda, no tenía fuerzas. No la conocía, de hecho no tenia idea de su existencia. Podría haber sido cualquier persona, de cualquier parte del mundo. Pero ella, ella era especial, era especial porque tenia cabello dorado, y un lunar en la frente. Por ese lunar, y porque estábamos solos, ella se había convertido en la única persona en mi vida. Me acerque corriendo a ayudarla, mis piernas también eran débiles y me temblaba todo el cuerpo de manera incesante. La tome entre mis brazos, y al instante se desplomo ante mí como una hoja reseca por el otoño. Su tenue respiración acariciaba mi piel de manera casi sagrada. Con una pesadez infinita entreabrió sus ojos, y pude notar que eran verdes. Algo se encendió en mi cuando la vi. Sentirla cerca me hizo olvidar todo aquel dolor de haberlo perdido todo. Una persona que acompañaría mi pesar y quizás aquella que sostenga mi cuerpo sin vida, porque después de todo, si la tierra se derrumbo en dos parpadeos, ¿por que no podría yo correr la misma suerte?
Viernes: Todavía duerme sobre mis brazos. Por momentos dudo si ella esta viva o ya murió. Si ella moriría, entonces yo también podría morir. Tuvo apenas unos segundos de lucidez, y me confió su nombre. Se llama Sol. Es increíble pensar que ella fue quien le devolvió la luz a mis noches sin estrellas. No espero que el rigor de mi camino tenga fin. En un mundo de oscuridad, el Sol atenuó la sed y el hambre. El sufrimiento se reducía a verla respirar. Respiras, muy densamente. Los vestigios de las últimas horas te asfixian, de manera dulce, no agresiva. Tal vez pienso en la inmensidad de nuestro futuro. Esa inmensidad que tendría la facilidad de convertirse en nada de un segundo a otro. Pienso en esos ojos verdes, que se tornan azules cuando sonríes. Pienso que estas demasiado dormida como para escuchar que estoy despierto. Tal vez podrías despertar, y mirarme, así yo moriría en mi dulce rendición, esa rendición en la que baso mi vida. No puedo parar de mirarte, en serio, no puedo. La tesitura de tu piel, blanca. No tan perfecta. Quisiera que mi respiración vibrara al ritmo de tu corazón. Ese corazón que puedo escuchar desde aqui, cerca, muy cerca. Casi puedo meterme en tus sueños, e instalar allí mi gobierno. Casi puedo tocarte, pero claro, no quiero interrumpirte, quien sabe, tal vez sueñas con libros, poemas, barriletes. En sus ojos vi mi destino, en su lunar conocí el amor. Y no puedo evitar cuestionarme si en verdad es amor. Quizás, somos experimentos, y alguien que aun no he develado esta llevando nuestros cuerpos, nuestras emociones al extremo. Solo tengo una certeza, estamos solos y moriremos solos, pero juntos.
Sábado: Muy temprano a la mañana, cuando me desperté, ella ya no estaba. Pero la desesperación no me duro más que alzar la vista para comprobar que estaba parada mirando el horizonte.
Un horizonte que, repito estaba lleno de nada. Quizás le dificultaba pensar en que había pasado. Quizás no tenía ni la más remota idea de quien era yo. Temía hablarle. Temía acercarme. No quería asustarla y romper el mundo inventado que yo mismo me había armado mientras ella soñaba, con los ojos cerrados. Pero, contrariamente a mis expectativas, ella se dio vuelta y me clavo la mirada. Al principio pensé que no me veía,  pero después, se acerco de a poco. Caminaba y con sus pasos establecía en mí un sentimiento espectacular. Parecía detallar cada nota de la Quinta Sinfonía de Beethoven con sus pasos. Me tomo la mano y me ayudo a levantarme, y ahí por primera vez, nos miramos. Podría describir ese cruce de miradas como algo espectacular, algo fuera de lo natural. Una fuerza me empujaba por la espalda y me decía a gritos que la bese. Pero seria muy pronto. No lo haría. No porque no quisiera. Tenía miedo de profanar su cuerpo tan perfectamente moldeado. Se presento, me dijo su nombre y su edad. Me conto de su vida. Hablamos largas horas. No quería que pare de abrir y cerrar su boca emitiendo palabras con un sonido angelical, que denominare ‘su voz.’ Se hizo de noche y ella también noto que el cielo no tenia estrellas. Las lágrimas humedecieron sus mejillas rosadas. Le rogué que no llorara. Porque lloraría yo también. Quizás, en el fondo intuía que yo por ella sentía algo especial, que ella me había devuelto las ganas de vivir. Nos acostamos muy cerca. Nuestras pieles se rozaron. Y nos dormimos.
Domingo: Al mediodía los ruidos de nuestros estómagos nos despertaron. Rugían como si dentro hubiese un animal en cautiverio sediento de sangre.  No había comida. Por ninguna parte. Moriríamos de hambre, pero eso ya no era un problema. Pensamos mil maneras de distraernos. Incluso nadamos en un lago amarronado y turbio. Pero el estomago nos dolía cada vez mas. Nuestras bocas necesitaban moverse. Necesitábamos el sabor de la carne metiéndose por nuestros labios. Nos miramos. Sabíamos que besarnos seria entonces lo mas entretenido y nos mantendría ocupados. Pensé que este era un gran momento para mi, y que seria para ella una obligación. Pero fui egoísta, y la induje a hacerlo. Claro que no me arrepiento. De a poco nos acercamos. Con mi mano acaricie su rostro y dibuje en el un paisaje curvilíneo. Ella temblaba. Podía notarlo en su cuerpo a medida que se pegaba con el mio formando una masa de piel y huesos. Rogaba que se acerque un poco mas, así podía verla. Deje que su aire se mezcle con el mio y que su mirada sea mi religión. Ya no habrá mas excusas ni peros. A la vez que nuestras pieles se sientan y se entrelacen formando una sola pieza homogénea, yo encontrare mi paz. Sus labios se acercaba sigilosamente, y en la oscuridad, jugaban  a las escondidas con los míos, que cobardes, se dejan encontrar rápidamente. No murmuro ni una sola  palabra, para que no sea capaz de arruinar el silencio y rompen la atmósfera que ambos supimos crear. Cada paso que dábamos es un capitulo mas en nuestra historia. Y luego, sin anestesia, sus latidos se apoderaron de mi, haciendo que me entregue en cuerpo y alma a un sueño de amor y lujuria. Y ahí es cuando me doy cuenta de que es única, y que sin dudas se habías metido en mis venas. Los segundos pasaban, y  su perfume ya es parte del mio, y aun no me besaba. ¿Que esperaba? ¿Acaso que suplique hasta mi rendición? Me torturaba, y le gustaba, mis lágrimas son su placer, y asumo que yo así soy feliz. Estábamos un poco mas cerca, ya no lo resistía y me acerco yo a ella, sentí su aliento en mis labios, que están ardiendo de pasión, hambre y sed de días. Un empujón más basto para que por fin seamos una boca, con un solo conjunto de dientes y una sola lengua. Nos derretimos íntegramente, juntos, cayendo al piso agrietado y seco. Me gustaría decir que rodamos en un sinfín de sabanas y almohadones, pero solo encontré la viscosidad de un barro húmedo y pastoso. No sabemos porque lo hicimos. No sabemos si estuvo bien. Fue quizás el acto de inconciencia más consiente que haya hecho en mi vida. Quizás ella no estuvo segura en ningún momento. Jamás quise lastimarla. Esparcí mis besos por toda su piel cristalina y en sus ojos verdes, en el fondo podía notar el placer de estar conmigo. No nos conocíamos, solo habíamos estado juntos un día, o dos, o una eternidad.
Lunes: Amanecer sin ropa no me dio pudor. Estábamos solos. Y nos conocíamos de pies a cabeza. Ahora ella sabia cada imperfección de mi cuerpo, lo había recorrido con sus uñas descascaradas y su pelo dorado. No hicimos más que mirarnos, para entender todo lo que estaba pasando. Un acto de amor se estableció con tinta indeleble, recuerdos que las lágrimas de esta condena no borrarían. Ella también estaba desnuda. Tirados en el suelo notamos que la tierra estaba húmeda. Podría haber sido el sudor, pero nunca lo sabremos. Parecía agua. Parecía que había llovido mientras dormíamos. Y si así fue, no lo notamos. Pensamos que quizás podríamos buscar la manera de encontrar vida otra vez. Y salimos a buscar como dos depredadores desesperados. Después de horas, encontramos, en el medio de la nada en la que estábamos, un brote color verde, como la esperanza. ¿Saben? Me costo encontrar una definición de vida, y ahora la tenia frente a mis ojos. Era pequeño. No nos atrevimos a tocarlo. No queríamos dañarlo. Mil veces se cruzo por mi cabeza arrebatarlo de la tierra y con un bocado saciar un tercio de ese hambre infernal que ya no podía soportar. Pero no. En sus ojos, los de ella, vi algo maternal cuando observaba esa planta. Cuidaríamos de ella. Nos miramos y juramos protegerla. Juramos darle agua cada día, aun así nosotros muriéramos de sed. Veíamos en ese pequeño yuyo un futuro.





Epílogo.
Lo que ellos no sabían es que mientras juraban protegerla y amarse para siempre, la Tierra se preparaba para la destrucción total. Un golpe final que acabaría con la venganza que la naturaleza tenía preparada. Años de maltrato se redujeron a una semana de agonía para estas dos personas, que no tenían más que a ellos mismos. Dos personas que juntos, aprendieron a amar, aprendieron a vivir sin agua y sin comida. Aprendieron a mirarse, y a valorar el brillo de esas estrellas que ahora añoraban. Dos segundos bastaron para encontrarlos en el suelo, desnudos y ya casi sin respiración. Benjamín pudo apenas articular dos palabras: ‘te amo’. Palabras que Sol, ya no pudo escuchar. Sus ojos verdes se cerraron para el resto de la eternidad, sin saber que la ultima vida del planeta moría en su vientre.

*Benjamínnombre masculino de origen hebreo, su significado "Aquel que es el último nacido o Hijo de mi diestra o Hijo de dicha"

jueves, 18 de octubre de 2012


Yo huyo, tú huyes, nosotros huimos.

Si es esta soledad,
Soledad que implica tu partida,
La culpable de mis lamentos
Entonces yo también partiré.
Huyamos separados,
Huyamos a no sé donde,
Yo al Sur y tú al Norte,
Huyamos separados pero huyamos.
Porque así no te extrañaría,
Pensando que en algún lugar,
En cualquier recoveco del mundo
Nuestros senderos formaran un laberinto,
Ese laberinto cuyo centro será hogar.
Y así con un beso redondo y oblicuo,
Profundo, sentido
Deseado, escondido
Perdido, encontrado,
Nos obliguemos a tomarnos de las manos,
Uniendo nuestras pieles,
Fundidas, en carne viva,
Para huir de nosotros mismos.



domingo, 7 de octubre de 2012


‘Vuelvo a las diez, once a mas tardar.’- dijo.
‘¿Te espero con la comida?’- contestó.
‘No, llego tarde’- la ignoró.
‘Te amo’- se sometió.
La puerta se cerró tras su espalda y en el medio de la noche estrellada que proponía Palermo empezó a caminar fijamente hacia una dirección. Paso a paso se detenía unos segundos a ver si alguien lo miraba o lo seguía, como quien esconde algo. Porque así era. Diez cuadras derecho, doblar a la izquierda, cuatro cuadras más, cruzar  y caminar aproximadamente unos veintitrés pasos. Edificio numero 985, piso 6, departamento A. Toco el timbre, y espero. Nadie respondía el portero. Al principio le pareció raro, pero pensó que podía haber no sonado, que podía haber estado durmiendo, sabia que lo estaba esperando, habían hablado hace una hora y diecisiete minutos. Toco otra vez, y por el portero una voz quemada por el cigarrillo barato de años contestó.
‘Esta abierto’-
Con un empujón abrió la pesada puerta y la oyó cerrarse sola mientras avanzaba en dirección al ascensor. Tenia una especial fobia al encierro, pero no se permitiría gastar unos minutos en subir las escaleras, ni tampoco quería agitarse, ni cansarse, ni nada. Quería estar en óptimas condiciones, como siempre lo estaba. Tres golpes a la puerta, si era el. Tres golpes nada más. Ni uno mas ni uno menos. La puerta se abrió. Estaba envuelta en una bata roja, de encaje, de mala calidad. El pelo despeinado y olor a hombre como era habitual. Las luces solían ser tenues. Y el humo de cigarrillo impedía respirar. Entro y se acomodo en el sillón, como quien repite una rutina casi de memoria. El juego empezó como todos los sábados. Sin aplicarle ninguna variante. Baile, besos, y lujuria. Eso era todo lo que ella podía ofrecer. Era una puta. El lo sabía, sabia que era una puta y le encantaba. Incluso era lo que mas le atraía de ella, que el no era ni el primero, ni el ultimo de la noche y que la compartía con uno o dos o tres de su edad, o mas grandes o mas jóvenes. Claro que quedaba más que satisfecho y no quería mas nada. A veces se quedaba un poco mas de tiempo, solamente cuando tenia muchas ganas, y no estaba cansado. Rara vez se quejaba de su trabajo, era experta en lo que hacia y no cobraba caro.
Tirados en la cama, revolcados entre las sabanas usadas ella dijo:
‘No me canso de decir, que eres uno de mis preferidos.’
El no contesto.
‘¿La semana que viene a la misma hora?’ ella insistió.
‘Como siempre.’ Contestó. (‘Te amo’- recordó).