lunes, 28 de enero de 2013


Me preguntaron que pensaba del amor
Y yo conteste su nombre.
 Me preguntaron que pensaba de la felicidad,
Y yo conteste su nombre.
Me preguntaron que pensaba de la vida,
 Y yo conteste su nombre.
 Me preguntaron que pensaba del cielo,
 Y yo conteste su nombre.
Me preguntaron que pensaba de mí,
 Y yo conteste su nombre.
Entonces deduje,
Que no podía deducir sin contestar su nombre,
Que si respiraba,
Entre inhalar y exhalar,
Unas cuantas letras se iban escapando
Volaban lentas,
Entrando por mi nariz
Y saliendo por mi boca
Formaban cautelosas su nombre.
¿Y por que me pasa esto a mi?
¿Con el?
¿Con esas letras?
Si hay millones de personas
Con millones de nombres
Con millones de suspiros
Pero uno solo que mis ojos buscan sin respiro.
A nadie se parece,
A nadie reclama,
A nada pertenece,
Mas que a su nombre.

miércoles, 16 de enero de 2013


El viento frio le acaricio la nuca. No podía evitar sentir ese vacío en el pecho. No se resignaba a amarlo más que a nada en el mundo. Buscaba encontrarlo en otras personas, intentaba olvidar que sus almohadones tenían su perfume. Recorría su casa en busca de distracciones y lo único que lograba encontrar eran momentos. Recordó el momento en el que se abrazaron en la puerta de la habitación. Recordó cuando el estaba acostado en la cama y ella cantaba mirando la ventana. Cantaba una canción triste. Y a el, le gustaba. Le juro que se la iba a aprender en el piano y que ella estaría a su lado. Que se la iba a enseñar, aunque sus dedos no eran tan agiles. Ella le contesto que solo servía para cantarla, como podía, pero que tenía sentimiento en su voz.
Ya nada era lo mismo. Lo sentía cerca. Se negaba a aceptar todo lo que había pasado en fracción de minutos. Le dolía el olvido y se le clavaba en su espalda como una daga que comenzaba su recorrido debajo del cuello y terminaba en la punta de sus dedos del pie. A veces reía contando anécdotas de ellos juntos. La gente se divertía. Pero después, venia la melancolía y todo lo pudieron ser.
Comprobó una vez mas que a las palabras se las lleva el viento. No son nada. Y tal vez se cuestionaba si todo lo que había hecho por él alguna vez, valió la pena. Se sentía insegura de seguir adelante con una vida que no le pertenecía. No le pertenecía, porque el la había robado. Se le escapo por entre medio de sus manos sin piedad y desato en ella el más agudo de los dolores. Jamás hubiese pensado que esa persona a la que había amando desde que tenía uso de razón, podría ser capaz de causarle semejante pena. Había establecido en ella una cruz con la que debería cargar el resto de sus días. Las memorias y suposiciones le pesan y no la dejan caminar.
Por momentos esta bien. Habla con coherencia, puede seguir adelante. Pero después otra vez, las risas, risas, risas. Recordaba su sonrisa todavía. Pero de a poco se iba olvidando de su voz, y juro que es cierto. No lo extrañaría si no lo conociera, uno no puede extrañar algo que nunca tuvo. Pero el, el le pertenecía. Confidentes. Secretos. Se fue. Se lo llevaron. Y nunca más va a volver. Y si duele, es porque se ama. Y si se ama, entonces va a doler.
Había prometido cuidarlo. Para siempre. Prometió que no se permitiría verlo sufrir. Pero al parecer, el no hizo lo mismo. La vio desgarrarse de dolor en frente de sus ojos, y no hizo nada al respecto. La vio morir entre sus brazos, y la dejo. Se llevo con el, su vida y la destruyó.
No sabia vivir sin el. Nadie le había enseñado. La herida queda. Siempre sigue doliendo. Sangra de a ratos. Y gotea esa sangre, que el mismo supo curarle. Y ahora, ella podría estar parada en frente de un acantilado, al borde de caer y a el… ¿Le importaría?

martes, 8 de enero de 2013


Uno, dos, tres. Cruza el comedor. Corre por la cocina. Cuatro, cinco, seis. Se desespera en la pared buscando el interruptor de la luz. Había escuchado el ruido de la cabeza golpearse contra el mármol. No, no era. No, no quería que fuera. Siete, ocho, nueve. Vamos. Sigue corriendo y no mira para atrás. ‘Estoy soñando.’ Le diagnosticaron cáncer de pulmón. ‘Estoy soñando, vamos, despierta.’ Le dijeron que iba a morir. ‘No, no murió.’ Lo toma por atrás de la cabeza y lo sacude. ‘Despierta.’ Ojos para atrás. Manos para atrás. Corazón que no siente. ‘Abrí los ojos, mierda abrí los ojos. Cobarde.’ Le habían dicho muchas cosas en su vida que se negó a aceptar, esta era una. ‘¡AYUDA!’ Nadie la escuchaba, estaba en el campo. Se había ido ahí, porque sabia que nada iba a pasar. Pero pasó, entonces en realidad no sabía nada. ¿Una ambulancia? No, demasiado tarde. ‘Mi niño tiene sueño, bendito sea, bendito sea.’ Se balancea con su niño en brazos como si lo estuviese hamacando en medio de un prado. Pero eso no era un prado, era una casa, y su niño no dormía. ‘Fuentecita que corre, clara y sonora, ruiseñor que en la selva cantando llora.’ Suspiro final. Primeras lagrimas. Se cierran los ojos. Se humedecen las pestañas y los pómulos de mujer blanca.  ‘Calla mientras la cuna, se balancea’  Lo deja en su cama, se seca con el delantal blanco las lagrimas. Camina en dirección a la puerta. Se apaga la luz. Paneo general a la habitación. ‘Mi niño tiene sueño, bendito sea, bendito sea.’ Paz. La noche. Diez.